Las hogueras alumbran el paso de San Sebastián en una tradición que recuerda la vuelta de los lugareños que sobrevivieron a la guerra de Cuba
Desde la carretera daba la impresión de que medio pueblo de Alfacar ardía. A las 7,40 de la tarde la imagen de San Sebastián salía de la ermita de Las Canteras anunciada por cohetes y veinticinco hogueras que comenzaban a arder en todo el pueblo. Una año más, los vecinos estaban cumpliendo con la antigua tradición de 'la quema de los capachos'. Se trata de una costumbre que se instauró al regreso de los lugareños que sobrevivieron a la guerra de Cuba. Para celebrar el evento se sacó en procesión a San Sebastián desde su ermita del cementerio hasta la de las Canteras, recorriendo el pueblo para llegar finalmente a la iglesia, donde permaneció hasta una semana después, que dieron comienzo las fiestas populares; exactamente igual que se hace ahora.
Mientras tanto, los vecinos apilaban en sus puertas los utensilios inservibles usados para las faenas del campo y la casa: maderas viejas, pleitas y capachos que ardían al paso del santo. Y quienes más aportaban en un pueblo como éste, cómo no, era los panaderos, que aún suman más del medio centenar. Hoy día son retamas, broza y algún que otro trasto viejo los que engrosan las gigantescas piras que iluminan el pueblo y los cerros cercanos. Aunque según Juan, el alcalde, «en los años 40 era mucho más sonado, aún mantenemos la tradición».
El acto sirvió para anunciar las fiestas; y para ello nada mejor que disfrutar también de unas horas de convivencia donde el forastero tiene sitio sin pedirlo alrededor de cualquier hoguera, porque los vecinos aprovechan las ascuas para asar carne, hacer rosetas y degustar el recién elaborado vino del terreno, buscando algo de calor en una noche que se presentó más que fría.
Una fiesta que se prolonga hasta la madrugada mientras el San Sebastián espera en la parroquia que el pueblo le rinda homenaje en las fiestas.
IDEAL: 14 de enero de 2002
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