lunes, 12 de septiembre de 2011





Pasaron los días, la paloma siguió su vida criando a sus palominos y la zorra siguió con sus fechorías por aquí y por allá.
Estaba el torcazo una mañana bebiendo agua en la orilla del charco cuando se le acercó la zorra silenciosa. Silenciosa, muy en silencio, dio un salto tan largo y tan alto que atrapó de un bocado al torcazo. Lo atrapó y se lo quería comer.

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