sábado, 8 de junio de 2013

Una mañana fuimos a la playa de Alfacar.

Una mañana fuimos a la playa de Alfacar. Parece mentira, pero no lo es.
Parece mentira porque en Alfacar no hay mar, y las playas están en el mar, y Alfacar está en la montaña.
Alfacar tiene montañas y agua pero no mar. Alfacar tiene agua dulce, muy rica, que nace en muchos lugares que se llaman fuentes. Cada fuente tiene su nombre, como cada niño y cada niña tiene el suyo.
Las fuentes que están más cerca del colegio son la fuente del Morquil y la Fuente Grande: Aynadamar, la famosa Fuente Grande y también fuente de las lágrimas porque su forma recuerda a una gota gigante y una gota es como una lágrima. Junto a Fuente Grande hay un pilar con siete caños. Dos de ellos echan agua potable, bebible; agua maravillosa, recién nacida.
Fuimos a la playa de Alfacar que es un barranco en la montaña donde hay arena de playa y entre estas arenas se encuentran pequeñas conchas de almejas, fósiles o semifósiles. Algunos niños han encontrado pequeños trozos.
Se trata por tanto de una playa, solo que el mar se ha evaporado se ha ido retirando bajando o tal vez la playa se ha ido subiendo y la playa se ha quedado sin mar y la mar ha encontrado, seguramente otra playa. La mar que visitamos en Salobreña, en Almuñécar, es quizás, nuestra antigua mar.
Entonces las arenas se quedaron aquí separadas de las aguas que son el mar y entre las arenas las almejas y otros seres murieron y sus conchas se conservaron y por eso sabemos que aquí estaba el mar de Alfacar.
El mar se fue y la tierra en uno de estos fenómenos geológicos largos y difíciles de entender, se abrió y dejo salir el agua en Fuente Grande. El agua de la lluvia, agua de las nieves derretidas por el Sol, filtrada en las laderas de las montañas, guardadas en gigantescos acuíferos dentro de la tierra, limpia al correr tanto (agua corriente no daña el vientre dice un refrán) sabrosa.
También podríamos imaginar que la tierra cuando el mar la abandonaba lloraba, quería llorar y no sabía y le salió esa lágrima enorme que nos quita la sed, que hace exquisito el pan, los dulces, las saladas saladillas y seguro un sabroso té, un té como quería el búho, un rico te de lágrimas. 

 
El buho de Arnold Lobel


Búho sacó una tetera del armario.
- Esta noche haré té de lágrimas - dijo -.
Puso la tetera en sus piernas.
- Ahora - dijo -, comenzaré.
Se quedó muy quieto en su silla y se puso a pensar en cosas tristes.
- Sillas con las patas rotas - dijo Búho -.
Los ojos se le llenaron de lágrimas.
- Canciones que no se pueden cantar - dijo Búho -, porque las letras han sido olvidadas.
Búho comenzó a llorar. Una gran lágrima rodó por su mejilla y cayó en la tetera.
- Cucharas que han caído detrás de la estufa y nunca más serán encontradas - dijo Búho -.
Más lágrimas cayeron en la tetera.
- Libros que nunca más podrán ser leídos - dijo Búho -, porque algunas páginas les han sido arrancadas.
- Relojes que se han detenido - dijo Búho -, y no hay nadie cerca para darles cuerda.
Búho estaba llorando. Grandes lagrimones caían dentro de la tetera.
- Amaneceres que nadie vio porque todo el mundo estaba durmiendo - dijo Búho sollozando -.
- Puré de papas abandonado en un plato porque nadie quiso comérselo - dijo llorando -. Y lápices que son demasiado cortos para escribir con ellos.
Búho pensó en muchas otras cosas tristes.
Lloró y lloró.
Pronto, la tetera estuvo llena de lágrimas.
- Bueno - dijo Búho -, ¡ya estamos listos! Búho paró de llorar. Puso a hervir la tetera sobre la estufa para hacer té.
Búho se sintió contento mientras llenaba su taza.
- Está un poco salado - dijo -, pero el té de lágrimas siempre cae muy bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario