sábado, 28 de noviembre de 2009
La niña que salio de un huevo
"Cuéntame un Cuento"
Cuentan, y no paran de contar, lo que le pasó a un matrimonio de ancianos que vivía en una chocita. Él había sido leñador, y aún salía al bosque de vez en cuando.
Ella cuidaba de una gallina y de un gallo, que en realidad era cuanto poseían. La pobre gallina no lograba juntar los huevos suficientes para empollar, pues todos los que ponía acababan en el plato. Y los viejecitos tampoco conseguían tener un buen gallinero. Pero había una cosa que aún deseaban con más fuerza. Un día dijo el marido:
--Lo peor es que nos hacemos cada día más viejos, y no tenemos a nadie que nos cuide.
-- Eso. Sí por lo menos tuviéramos una hijita....- suspiró la anciana. Y él
--Hasta mi vieja hacha daría yo, con tal de tener una bonita hija.
--¡Y yo hasta el gallo y la gallina!
A estos dos, que andaban picoteando por allí cerca, no les hizo mucha gracia, y se apartaron un poco, por lo que pudiera pasar.
Aquel invierno fue más largo y lluvioso que de costumbre, y ya hasta la gallina había dejado de poner. Por eso, nuestros amigos empezaron a sentir seriamente la comezón del que no come, o sea, que estaban muertos de hambre. Más, por fin, se abrió el cielo y lució un sol maravilloso.
La pareja emplumada salió a estirarse y corretear de un lado para otro. Y la pareja humana salió igualmente; ella a coser y a calentarse gratis, y él a buscar un poco de leña que poder vender en el pueblo.
Sin saber porqué, la anciana se puso a canturrear aquello que dice:
Eres más chica que un huevo,
y ya te quieres casar;
anda ve y dile a tu madre,
que te enseñe a remendar,
a cantar, a planchar, a bailar....
Y el marido, conforme se alejaba, le seguía:
No te apures, buena moza,
que ese día llegará;
y aunque no tengas dos reales,
contigo se han de casar.
¿Por qué les daría por cantar aquella canción? Tal vez lo sepamos pronto.
Además de cortar leña, el hombre se puso a coger setas. Cuando fue a coger unas cuantas que había al pie de un árbol, vio entre ellas un huevo verde con pintitas doradas. Como nunca había visto nada semejante, lo tomó con mucho cuidado y lo llevó a su casa. La mujer se puso muy contenta, como si le hicieran el mejor regalo del mundo. Naturalmente, decidieron averiguar que saldría de aquel huevo y se lo llevaron a la gallina para que lo incubara. Ésta se puso también contentísima de que al fin la dejaran echarse. Y el gallo cantó, aunque no era la hora.
A los nueve días justos, ¿sabéis lo que salió? Pues ni más ni menos que una niñita rubia de ojos verdes, que tenía dos pequeños soles a modo de pendientes. Todavía no se había quitado el cascarón de la cabeza, cuando dijo:
--¡Hola! ¿Habéis visto a mi novio?
No se sabe cuál de los otro puso mayor cara de asombro. La gallina dijo: “¡Ca-ca-ca, caramba!” Y el gallo: “¡Jo-jo-jo,joroba!
El anciano: ¡Habráse visto! Y la anciana:
-¿Se puede saber quién eres tú?
-¡Anda! ¿No queríais una hija? Pues yo misma sirvo, y me llamo Marisoles.
-¿Cómo?
-Pues comiendo. Por cierto, que tengo un hambre que me caigo, y esas setas tienen que estar riquísimas- dijo la niña- Entonces le prepararon las setas, que se las comió en un periquete. Comía con tantas ganas que los ancianos tuvieron que salir al bosque todos los días a buscar frutos silvestres. Pero resulta que había más frutos que nunca, y que sólo ellos los encontraban. Hasta podían vender y ganar algún dinero. Tanto comió la niña que al poco tiempo ya era grandecita, y los dos soles de sus orejas relucían cada vez más.
-Hija, será menester que te cubras las orejas con la melena, no crean en el pueblo que eres cosa de brujería.
-Está bien, madre, pero tú no te asustes, que tengo muchos más poderes.
En efecto, un día el anciano se guardó en una bota unas cuantas monedas que había ganado con la venta de unos espárragos, y la niña le dijo:
-¡Hola, papá! ¿Estás ahorrando para comprarle a mamá un regalito?
-Pero, hija,¿es que adivinas el pensamiento?
-Más bien. Pero no se lo digas a nadie, que me tiene que ser muy útil.
-¿Para que?
-Pues para casarme con el príncipe, que por cierto sé que se encuentra en un gran peligro.
Tengo que ir a averiguar lo que pasa, porque estoy demasiado lejos para conocer los detalles.
-¡Por Dios, Marisoles, que yo ya estoy muy viejo para estos sobresaltos!
Y era cierto que en el palacio real había un gran problema. El rey acababa de morir, y había dejado a la reina viuda con un hijo, que pronto heredaría la corona. Pero un hermano del rey, que era muy ambicioso, quería eliminar al príncipe para ocupar el trono, aunque lo disimulaba muy bien.
Marisoles se puso en camino y llegó al palacio, siempre con la melena tapándole las orejas. Allí pidió que la admitieran a servir. Muy pronto se ganó la confianza de la reina, pus todo lo hacía maravillosamente: cocinar, coser, y también, cantar:
Anda diciendo la gente
que con príncipes no igualo;
eso será en las riquezas
porque en cariño yo gano.
El príncipe, que la escuchó, quedó enamorado de ella y se lo confesó a su madre y a su tío. Éste se enfureció y dijo:
-¿cómo un príncipe puede enamorarse de una criada? ¡Ni hablar! Desde mañana mismo yo me ocuparé de tu educación. Y quiero que te vengas a mi castillo, que es donde está la mejor biblioteca del reino.
Marisoles, que ya había adivinado las intenciones del malvado tío, advirtió a la reina:
-Majestad, vuestro cuñado lo que quiere es matar al príncipe para hacerse rey.
-¿Pero de donde sacas tú eso, Marisoles?
Anda, no seas fantasiosa, que el tío quiere mucho a su sobrino.
Viendo que no le hacían caso, Marisoles se fue en un caballo detrás de la comitiva que llevaba al príncipe al castillo de su tío. Era una noche muy oscura y no se dieron cuenta de que el tío había mandado destruir la mitad de un puente, por el que tenían que cruzar, sobre un río muy profundo. Marisoles, que lo adivinó, se descubrió las orejas y de pronto se hizo el día con la luz que despedían los dos soles. Así pudieron ver el peligro en que se hallaban, cuando ya los caballos de la carroza estaban al filo del puente roto.
Y así se descubrió todo. Al malvado tío lo desterraron, y Marisoles se casó con el príncipe y mandó llamar a sus padres y a la gallina y al gallo, que fueron también reyes, pero de un gallinero colosal. Y colorin colorado, este ovalado cuento se ha acabado.
http://web.educastur.princast.es/cp/poetajua/proyectos/cuentos/saliodehuevo.htm
Cuentan, y no paran de contar, lo que le pasó a un matrimonio de ancianos que vivía en una chocita. Él había sido leñador, y aún salía al bosque de vez en cuando.
Ella cuidaba de una gallina y de un gallo, que en realidad era cuanto poseían. La pobre gallina no lograba juntar los huevos suficientes para empollar, pues todos los que ponía acababan en el plato. Y los viejecitos tampoco conseguían tener un buen gallinero. Pero había una cosa que aún deseaban con más fuerza. Un día dijo el marido:
--Lo peor es que nos hacemos cada día más viejos, y no tenemos a nadie que nos cuide.
-- Eso. Sí por lo menos tuviéramos una hijita....- suspiró la anciana. Y él
--Hasta mi vieja hacha daría yo, con tal de tener una bonita hija.
--¡Y yo hasta el gallo y la gallina!
A estos dos, que andaban picoteando por allí cerca, no les hizo mucha gracia, y se apartaron un poco, por lo que pudiera pasar.
Aquel invierno fue más largo y lluvioso que de costumbre, y ya hasta la gallina había dejado de poner. Por eso, nuestros amigos empezaron a sentir seriamente la comezón del que no come, o sea, que estaban muertos de hambre. Más, por fin, se abrió el cielo y lució un sol maravilloso.
La pareja emplumada salió a estirarse y corretear de un lado para otro. Y la pareja humana salió igualmente; ella a coser y a calentarse gratis, y él a buscar un poco de leña que poder vender en el pueblo.
Sin saber porqué, la anciana se puso a canturrear aquello que dice:
Eres más chica que un huevo,
y ya te quieres casar;
anda ve y dile a tu madre,
que te enseñe a remendar,
a cantar, a planchar, a bailar....
Y el marido, conforme se alejaba, le seguía:
No te apures, buena moza,
que ese día llegará;
y aunque no tengas dos reales,
contigo se han de casar.
¿Por qué les daría por cantar aquella canción? Tal vez lo sepamos pronto.
Además de cortar leña, el hombre se puso a coger setas. Cuando fue a coger unas cuantas que había al pie de un árbol, vio entre ellas un huevo verde con pintitas doradas. Como nunca había visto nada semejante, lo tomó con mucho cuidado y lo llevó a su casa. La mujer se puso muy contenta, como si le hicieran el mejor regalo del mundo. Naturalmente, decidieron averiguar que saldría de aquel huevo y se lo llevaron a la gallina para que lo incubara. Ésta se puso también contentísima de que al fin la dejaran echarse. Y el gallo cantó, aunque no era la hora.
A los nueve días justos, ¿sabéis lo que salió? Pues ni más ni menos que una niñita rubia de ojos verdes, que tenía dos pequeños soles a modo de pendientes. Todavía no se había quitado el cascarón de la cabeza, cuando dijo:
--¡Hola! ¿Habéis visto a mi novio?
No se sabe cuál de los otro puso mayor cara de asombro. La gallina dijo: “¡Ca-ca-ca, caramba!” Y el gallo: “¡Jo-jo-jo,joroba!
El anciano: ¡Habráse visto! Y la anciana:
-¿Se puede saber quién eres tú?
-¡Anda! ¿No queríais una hija? Pues yo misma sirvo, y me llamo Marisoles.
-¿Cómo?
-Pues comiendo. Por cierto, que tengo un hambre que me caigo, y esas setas tienen que estar riquísimas- dijo la niña- Entonces le prepararon las setas, que se las comió en un periquete. Comía con tantas ganas que los ancianos tuvieron que salir al bosque todos los días a buscar frutos silvestres. Pero resulta que había más frutos que nunca, y que sólo ellos los encontraban. Hasta podían vender y ganar algún dinero. Tanto comió la niña que al poco tiempo ya era grandecita, y los dos soles de sus orejas relucían cada vez más.
-Hija, será menester que te cubras las orejas con la melena, no crean en el pueblo que eres cosa de brujería.
-Está bien, madre, pero tú no te asustes, que tengo muchos más poderes.
En efecto, un día el anciano se guardó en una bota unas cuantas monedas que había ganado con la venta de unos espárragos, y la niña le dijo:
-¡Hola, papá! ¿Estás ahorrando para comprarle a mamá un regalito?
-Pero, hija,¿es que adivinas el pensamiento?
-Más bien. Pero no se lo digas a nadie, que me tiene que ser muy útil.
-¿Para que?
-Pues para casarme con el príncipe, que por cierto sé que se encuentra en un gran peligro.
Tengo que ir a averiguar lo que pasa, porque estoy demasiado lejos para conocer los detalles.
-¡Por Dios, Marisoles, que yo ya estoy muy viejo para estos sobresaltos!
Y era cierto que en el palacio real había un gran problema. El rey acababa de morir, y había dejado a la reina viuda con un hijo, que pronto heredaría la corona. Pero un hermano del rey, que era muy ambicioso, quería eliminar al príncipe para ocupar el trono, aunque lo disimulaba muy bien.
Marisoles se puso en camino y llegó al palacio, siempre con la melena tapándole las orejas. Allí pidió que la admitieran a servir. Muy pronto se ganó la confianza de la reina, pus todo lo hacía maravillosamente: cocinar, coser, y también, cantar:
Anda diciendo la gente
que con príncipes no igualo;
eso será en las riquezas
porque en cariño yo gano.
El príncipe, que la escuchó, quedó enamorado de ella y se lo confesó a su madre y a su tío. Éste se enfureció y dijo:
-¿cómo un príncipe puede enamorarse de una criada? ¡Ni hablar! Desde mañana mismo yo me ocuparé de tu educación. Y quiero que te vengas a mi castillo, que es donde está la mejor biblioteca del reino.
Marisoles, que ya había adivinado las intenciones del malvado tío, advirtió a la reina:
-Majestad, vuestro cuñado lo que quiere es matar al príncipe para hacerse rey.
-¿Pero de donde sacas tú eso, Marisoles?
Anda, no seas fantasiosa, que el tío quiere mucho a su sobrino.
Viendo que no le hacían caso, Marisoles se fue en un caballo detrás de la comitiva que llevaba al príncipe al castillo de su tío. Era una noche muy oscura y no se dieron cuenta de que el tío había mandado destruir la mitad de un puente, por el que tenían que cruzar, sobre un río muy profundo. Marisoles, que lo adivinó, se descubrió las orejas y de pronto se hizo el día con la luz que despedían los dos soles. Así pudieron ver el peligro en que se hallaban, cuando ya los caballos de la carroza estaban al filo del puente roto.
Y así se descubrió todo. Al malvado tío lo desterraron, y Marisoles se casó con el príncipe y mandó llamar a sus padres y a la gallina y al gallo, que fueron también reyes, pero de un gallinero colosal. Y colorin colorado, este ovalado cuento se ha acabado.
http://web.educastur.princast.es/cp/poetajua/proyectos/cuentos/saliodehuevo.htm
La niña que salio de un huevo
"Cuéntame un Cuento"
Cuentan, y no paran de contar, lo que le pasó a un matrimonio de ancianos que vivía en una chocita. Él había sido leñador, y aún salía al bosque de vez en cuando.
Ella cuidaba de una gallina y de un gallo, que en realidad era cuanto poseían. La pobre gallina no lograba juntar los huevos suficientes para empollar, pues todos los que ponía acababan en el plato. Y los viejecitos tampoco conseguían tener un buen gallinero. Pero había una cosa que aún deseaban con más fuerza. Un día dijo el marido:
--Lo peor es que nos hacemos cada día más viejos, y no tenemos a nadie que nos cuide.
-- Eso. Sí por lo menos tuviéramos una hijita....- suspiró la anciana. Y él
--Hasta mi vieja hacha daría yo, con tal de tener una bonita hija.
--¡Y yo hasta el gallo y la gallina!
A estos dos, que andaban picoteando por allí cerca, no les hizo mucha gracia, y se apartaron un poco, por lo que pudiera pasar.
Aquel invierno fue más largo y lluvioso que de costumbre, y ya hasta la gallina había dejado de poner. Por eso, nuestros amigos empezaron a sentir seriamente la comezón del que no come, o sea, que estaban muertos de hambre. Más, por fin, se abrió el cielo y lució un sol maravilloso.
La pareja emplumada salió a estirarse y corretear de un lado para otro. Y la pareja humana salió igualmente; ella a coser y a calentarse gratis, y él a buscar un poco de leña que poder vender en el pueblo.
Sin saber porqué, la anciana se puso a canturrear aquello que dice:
Eres más chica que un huevo,
y ya te quieres casar;
anda ve y dile a tu madre,
que te enseñe a remendar,
a cantar, a planchar, a bailar....
Y el marido, conforme se alejaba, le seguía:
No te apures, buena moza,
que ese día llegará;
y aunque no tengas dos reales,
contigo se han de casar.
¿Por qué les daría por cantar aquella canción? Tal vez lo sepamos pronto.
Además de cortar leña, el hombre se puso a coger setas. Cuando fue a coger unas cuantas que había al pie de un árbol, vio entre ellas un huevo verde con pintitas doradas. Como nunca había visto nada semejante, lo tomó con mucho cuidado y lo llevó a su casa. La mujer se puso muy contenta, como si le hicieran el mejor regalo del mundo. Naturalmente, decidieron averiguar que saldría de aquel huevo y se lo llevaron a la gallina para que lo incubara. Ésta se puso también contentísima de que al fin la dejaran echarse. Y el gallo cantó, aunque no era la hora.
A los nueve días justos, ¿sabéis lo que salió? Pues ni más ni menos que una niñita rubia de ojos verdes, que tenía dos pequeños soles a modo de pendientes. Todavía no se había quitado el cascarón de la cabeza, cuando dijo:
--¡Hola! ¿Habéis visto a mi novio?
No se sabe cuál de los otro puso mayor cara de asombro. La gallina dijo: “¡Ca-ca-ca, caramba!” Y el gallo: “¡Jo-jo-jo,joroba!
El anciano: ¡Habráse visto! Y la anciana:
-¿Se puede saber quién eres tú?
-¡Anda! ¿No queríais una hija? Pues yo misma sirvo, y me llamo Marisoles.
-¿Cómo?
-Pues comiendo. Por cierto, que tengo un hambre que me caigo, y esas setas tienen que estar riquísimas- dijo la niña- Entonces le prepararon las setas, que se las comió en un periquete. Comía con tantas ganas que los ancianos tuvieron que salir al bosque todos los días a buscar frutos silvestres. Pero resulta que había más frutos que nunca, y que sólo ellos los encontraban. Hasta podían vender y ganar algún dinero. Tanto comió la niña que al poco tiempo ya era grandecita, y los dos soles de sus orejas relucían cada vez más.
-Hija, será menester que te cubras las orejas con la melena, no crean en el pueblo que eres cosa de brujería.
-Está bien, madre, pero tú no te asustes, que tengo muchos más poderes.
En efecto, un día el anciano se guardó en una bota unas cuantas monedas que había ganado con la venta de unos espárragos, y la niña le dijo:
-¡Hola, papá! ¿Estás ahorrando para comprarle a mamá un regalito?
-Pero, hija,¿es que adivinas el pensamiento?
-Más bien. Pero no se lo digas a nadie, que me tiene que ser muy útil.
-¿Para que?
-Pues para casarme con el príncipe, que por cierto sé que se encuentra en un gran peligro.
Tengo que ir a averiguar lo que pasa, porque estoy demasiado lejos para conocer los detalles.
-¡Por Dios, Marisoles, que yo ya estoy muy viejo para estos sobresaltos!
Y era cierto que en el palacio real había un gran problema. El rey acababa de morir, y había dejado a la reina viuda con un hijo, que pronto heredaría la corona. Pero un hermano del rey, que era muy ambicioso, quería eliminar al príncipe para ocupar el trono, aunque lo disimulaba muy bien.
Marisoles se puso en camino y llegó al palacio, siempre con la melena tapándole las orejas. Allí pidió que la admitieran a servir. Muy pronto se ganó la confianza de la reina, pus todo lo hacía maravillosamente: cocinar, coser, y también, cantar:
Anda diciendo la gente
que con príncipes no igualo;
eso será en las riquezas
porque en cariño yo gano.
El príncipe, que la escuchó, quedó enamorado de ella y se lo confesó a su madre y a su tío. Éste se enfureció y dijo:
-¿cómo un príncipe puede enamorarse de una criada? ¡Ni hablar! Desde mañana mismo yo me ocuparé de tu educación. Y quiero que te vengas a mi castillo, que es donde está la mejor biblioteca del reino.
Marisoles, que ya había adivinado las intenciones del malvado tío, advirtió a la reina:
-Majestad, vuestro cuñado lo que quiere es matar al príncipe para hacerse rey.
-¿Pero de donde sacas tú eso, Marisoles?
Anda, no seas fantasiosa, que el tío quiere mucho a su sobrino.
Viendo que no le hacían caso, Marisoles se fue en un caballo detrás de la comitiva que llevaba al príncipe al castillo de su tío. Era una noche muy oscura y no se dieron cuenta de que el tío había mandado destruir la mitad de un puente, por el que tenían que cruzar, sobre un río muy profundo. Marisoles, que lo adivinó, se descubrió las orejas y de pronto se hizo el día con la luz que despedían los dos soles. Así pudieron ver el peligro en que se hallaban, cuando ya los caballos de la carroza estaban al filo del puente roto.
Y así se descubrió todo. Al malvado tío lo desterraron, y Marisoles se casó con el príncipe y mandó llamar a sus padres y a la gallina y al gallo, que fueron también reyes, pero de un gallinero colosal. Y colorin colorado, este ovalado cuento se ha acabado.
http://web.educastur.princast.es/cp/poetajua/proyectos/cuentos/saliodehuevo.htm
Cuentan, y no paran de contar, lo que le pasó a un matrimonio de ancianos que vivía en una chocita. Él había sido leñador, y aún salía al bosque de vez en cuando.
Ella cuidaba de una gallina y de un gallo, que en realidad era cuanto poseían. La pobre gallina no lograba juntar los huevos suficientes para empollar, pues todos los que ponía acababan en el plato. Y los viejecitos tampoco conseguían tener un buen gallinero. Pero había una cosa que aún deseaban con más fuerza. Un día dijo el marido:
--Lo peor es que nos hacemos cada día más viejos, y no tenemos a nadie que nos cuide.
-- Eso. Sí por lo menos tuviéramos una hijita....- suspiró la anciana. Y él
--Hasta mi vieja hacha daría yo, con tal de tener una bonita hija.
--¡Y yo hasta el gallo y la gallina!
A estos dos, que andaban picoteando por allí cerca, no les hizo mucha gracia, y se apartaron un poco, por lo que pudiera pasar.
Aquel invierno fue más largo y lluvioso que de costumbre, y ya hasta la gallina había dejado de poner. Por eso, nuestros amigos empezaron a sentir seriamente la comezón del que no come, o sea, que estaban muertos de hambre. Más, por fin, se abrió el cielo y lució un sol maravilloso.
La pareja emplumada salió a estirarse y corretear de un lado para otro. Y la pareja humana salió igualmente; ella a coser y a calentarse gratis, y él a buscar un poco de leña que poder vender en el pueblo.
Sin saber porqué, la anciana se puso a canturrear aquello que dice:
Eres más chica que un huevo,
y ya te quieres casar;
anda ve y dile a tu madre,
que te enseñe a remendar,
a cantar, a planchar, a bailar....
Y el marido, conforme se alejaba, le seguía:
No te apures, buena moza,
que ese día llegará;
y aunque no tengas dos reales,
contigo se han de casar.
¿Por qué les daría por cantar aquella canción? Tal vez lo sepamos pronto.
Además de cortar leña, el hombre se puso a coger setas. Cuando fue a coger unas cuantas que había al pie de un árbol, vio entre ellas un huevo verde con pintitas doradas. Como nunca había visto nada semejante, lo tomó con mucho cuidado y lo llevó a su casa. La mujer se puso muy contenta, como si le hicieran el mejor regalo del mundo. Naturalmente, decidieron averiguar que saldría de aquel huevo y se lo llevaron a la gallina para que lo incubara. Ésta se puso también contentísima de que al fin la dejaran echarse. Y el gallo cantó, aunque no era la hora.
A los nueve días justos, ¿sabéis lo que salió? Pues ni más ni menos que una niñita rubia de ojos verdes, que tenía dos pequeños soles a modo de pendientes. Todavía no se había quitado el cascarón de la cabeza, cuando dijo:
--¡Hola! ¿Habéis visto a mi novio?
No se sabe cuál de los otro puso mayor cara de asombro. La gallina dijo: “¡Ca-ca-ca, caramba!” Y el gallo: “¡Jo-jo-jo,joroba!
El anciano: ¡Habráse visto! Y la anciana:
-¿Se puede saber quién eres tú?
-¡Anda! ¿No queríais una hija? Pues yo misma sirvo, y me llamo Marisoles.
-¿Cómo?
-Pues comiendo. Por cierto, que tengo un hambre que me caigo, y esas setas tienen que estar riquísimas- dijo la niña- Entonces le prepararon las setas, que se las comió en un periquete. Comía con tantas ganas que los ancianos tuvieron que salir al bosque todos los días a buscar frutos silvestres. Pero resulta que había más frutos que nunca, y que sólo ellos los encontraban. Hasta podían vender y ganar algún dinero. Tanto comió la niña que al poco tiempo ya era grandecita, y los dos soles de sus orejas relucían cada vez más.
-Hija, será menester que te cubras las orejas con la melena, no crean en el pueblo que eres cosa de brujería.
-Está bien, madre, pero tú no te asustes, que tengo muchos más poderes.
En efecto, un día el anciano se guardó en una bota unas cuantas monedas que había ganado con la venta de unos espárragos, y la niña le dijo:
-¡Hola, papá! ¿Estás ahorrando para comprarle a mamá un regalito?
-Pero, hija,¿es que adivinas el pensamiento?
-Más bien. Pero no se lo digas a nadie, que me tiene que ser muy útil.
-¿Para que?
-Pues para casarme con el príncipe, que por cierto sé que se encuentra en un gran peligro.
Tengo que ir a averiguar lo que pasa, porque estoy demasiado lejos para conocer los detalles.
-¡Por Dios, Marisoles, que yo ya estoy muy viejo para estos sobresaltos!
Y era cierto que en el palacio real había un gran problema. El rey acababa de morir, y había dejado a la reina viuda con un hijo, que pronto heredaría la corona. Pero un hermano del rey, que era muy ambicioso, quería eliminar al príncipe para ocupar el trono, aunque lo disimulaba muy bien.
Marisoles se puso en camino y llegó al palacio, siempre con la melena tapándole las orejas. Allí pidió que la admitieran a servir. Muy pronto se ganó la confianza de la reina, pus todo lo hacía maravillosamente: cocinar, coser, y también, cantar:
Anda diciendo la gente
que con príncipes no igualo;
eso será en las riquezas
porque en cariño yo gano.
El príncipe, que la escuchó, quedó enamorado de ella y se lo confesó a su madre y a su tío. Éste se enfureció y dijo:
-¿cómo un príncipe puede enamorarse de una criada? ¡Ni hablar! Desde mañana mismo yo me ocuparé de tu educación. Y quiero que te vengas a mi castillo, que es donde está la mejor biblioteca del reino.
Marisoles, que ya había adivinado las intenciones del malvado tío, advirtió a la reina:
-Majestad, vuestro cuñado lo que quiere es matar al príncipe para hacerse rey.
-¿Pero de donde sacas tú eso, Marisoles?
Anda, no seas fantasiosa, que el tío quiere mucho a su sobrino.
Viendo que no le hacían caso, Marisoles se fue en un caballo detrás de la comitiva que llevaba al príncipe al castillo de su tío. Era una noche muy oscura y no se dieron cuenta de que el tío había mandado destruir la mitad de un puente, por el que tenían que cruzar, sobre un río muy profundo. Marisoles, que lo adivinó, se descubrió las orejas y de pronto se hizo el día con la luz que despedían los dos soles. Así pudieron ver el peligro en que se hallaban, cuando ya los caballos de la carroza estaban al filo del puente roto.
Y así se descubrió todo. Al malvado tío lo desterraron, y Marisoles se casó con el príncipe y mandó llamar a sus padres y a la gallina y al gallo, que fueron también reyes, pero de un gallinero colosal. Y colorin colorado, este ovalado cuento se ha acabado.
http://web.educastur.princast.es/cp/poetajua/proyectos/cuentos/saliodehuevo.htm
Anya, la princesa de las nieves
Título original: Mori wa Ikiteiru
Año: 1980
País: Japón
Compañia: Toei Animation
Director/a: Kimio Yabuki
Productor/a:
Anya es una niña huérfana que ahora vive con una vieja mujer y su hija, las dos son seres despreciables y maltratan a Anya haciéndola trabajar duramente. Anya se entreteniene con sus amigos, los animales del bosque y les dá de comer a diario, algo que la mujer y su hija ven como una perdida de tiempo. Un día, mientras la mujer y su hija salían de compras a la aldea, se enteran de que la reina ha pedido a todos que le traigan una cesta llena de galantos, una rara flor de abril que solo crece en los bosques, aunque es día de Año Viejo, y naturalmente pleno invierno, la reina promete un cesto lleno de monedas de oro al que logre presentarle lo que pide. A toda prisa, la mujer y su hija regresan a casa y envían a Anya a que vaya a buscar las flores en el bosque. Anya, que no tiene más remedio que obedecer sale en busca de las flores y se pierde en el bosque. Cree que morirá, pero por suerte encuentra, en el medio del bosque, la agradable luz de una hoguera, alrededor de ella se encuentran doce hombres. Estos se presentan como los espíritus de los doce meses, que la conocen, ya que la ven a través del año cuidando a los hambrientos animalitos. Anya les cuenta su misión y estos se ríen, diciéndole que lo que busca es algo imposible. Sin embargo, Anya sabe que no puede regresar a casa sin los galantos, por esto, el espíritu del mes de abril le pide a Enero que le preste una hora suya para que Anya pueda colectar sus flores. En seguida, las nieves se derriten y el frío desaparece. En cambio, brotan las flores y cantan los pajaritos, los galantos comienzan a brotar. Anya recoje una cesta llena y se despide entonces de los Doce Meses. Antes de irse, Abril le regala un anillo y le dice que si alguna vez necesitara de su ayuda que simplemente dijiese unas palabras y ellos la ayudarían. Enero le advierte a Anya que lo que hizo normalmente hubiese estado prohibido y por lo tanto no deberá contárselo a nadie. Anya da su promesa y se va, en su camino a casa suenan las campanas anunciando el año nuevo.
Al llegar a casa, Anya se queda dormida y la hija de la mujer le roba su anillo. Al día siguiente, la mujer y su hija entregan la cesta con los galantos a la reina, contándole que las encontraron cerca de un lago redondo. La reina les ordena que la lleven al lugar donde las encontraron. La mujer y la hija se ven entonces obligadas a confesar que no fueron ellas las que encontraron las flores, sino Anya. Cuando vuelven a casa, le dicen a Anya que deberá llevar a la reina al lugar de las flores, pero ella les dice que no puede hacer eso, que en lugar irá ella misma a buscar más flores. La hija de la mujer sigue a Anya, dejando rastros con trapos viejos para que la reina pueda después seguirlas. La torpez de la muchacha hace que Anya se entere de que la habían estado siguiendo. La muchacha le dice a Anya que llorar será inútil, ya que la reina se dirije hacia el lugar y querrá ser llevada al lugar de las flores. Anya está triste, lamenta tener que romper la promesa y también lamenta haber perdido el anillo.
Poco después reaparece la hija de la mujer diciendo que encontró un lago redondo y más tarde, la reina con sus soldados hacen su aparición. La reina interroga a Anya y le ofrece numerosos regalos por haber encontrado las flores, pero Anya pide por su anillo. Aunque la hija le había dicho a Anya que la reina le había arrebatado el anillo, esta dice no saber nada. La reina obliga a la otra muchacha a que le entregue el anillo, y después le dice a Anya que se lo dará si le dice donde están las flores. Anya se niega, entonces la reina lanza el anilla al lago, pero Anya logra repetir las palabras que le había dicho el espíritu del més de Abril a tiempo. Entonces, una vez más el invierno desaparece, una fuerte ventisca se lleva a Anya, aparece la primavera, luego el verano, el otoño y por fín el invierno. Peleándose por un manto, la mujer y su hija son convertidas en perros. Luego, los soldados y la reina ven a una gran hogera y alrededor de ella, doce hombres. Entre ellos, vistiendo un majestuoso y cálido manto y montada en un lujoso trineo, está Anya. El manto y el trineo son regalos para Anya por haber mantenido su palabra. La reina pide disculpas a Anya por haberse portado tan mal, ella también recibe un manto. Anya está triste por lo que les pasó a la mujer y a su hija, pero Enero la consuela diciéndole que si se portan bien durante tres años, que lo vayan a ver en año nuevo y el hechizo acabará. Todos regresan a la ciudad en el trineo de Anya. La reina aprende que la bondad siempre triunfa.
Canciones: "Mori wa"
© 1980 Toei Animation
viernes, 6 de noviembre de 2009
Por la mañana, girandolilla,
Por la mañana,
girandolilla,
va Doña Iguana
con su sombrilla,
giradorola,
puesta en la cola.
Señora Iguana
de Varadero,
girandolana,
girandosoles,
con un sombrero
de caracoles.
Con una saya,
girandolaya,
de espuma fina;
con su abanico,
girandolina,
verde perico.
Girandulera,
si te doy piña,
dame una pera.
Girandochuela,
para una niña
que va a la escuela.
Una manzana,
girandolana,
y una ciruela.
(Tomado de Doña Iguana, pp. 2-5, Gente Nueva, La Habana, 1982)
girandolilla,
va Doña Iguana
con su sombrilla,
giradorola,
puesta en la cola.
Señora Iguana
de Varadero,
girandolana,
girandosoles,
con un sombrero
de caracoles.
Con una saya,
girandolaya,
de espuma fina;
con su abanico,
girandolina,
verde perico.
Girandulera,
si te doy piña,
dame una pera.
Girandochuela,
para una niña
que va a la escuela.
Una manzana,
girandolana,
y una ciruela.
(Tomado de Doña Iguana, pp. 2-5, Gente Nueva, La Habana, 1982)
miércoles, 4 de noviembre de 2009
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